martes, 25 de marzo de 2014

Lingán, narrador de combate y de lirismos / Alfredo Pita


Abraham Prudencio, Walter Lingan y Alfredo Pita (Foto: Jorge Tafur).
He leído El espanto enmudeció los sueños, novela de Walter Lingán, cajamarquino nacido en San Miguel de Pallaques, con un sentimiento de descubrimiento y de placer que en un primer momento no supe bien identificar de donde surgía. El contexto de la obra, el marco de la historia, eran atractivos. Los últimos treinta años de la historia del Perú sobrevolados con rapidez vertiginosa y observados con ojos de ave acuciosa, son una cantera fascinante, un buen material para sustentar no sólo este libro sino los muchos que se han escrito y escribirán aún sobre el periodo. ¿Qué me daba de nuevo la novela de mi paisano? Progresando en mi lectura he procurado anotar las impresiones que me ha causado en tanto que lector y colega.
Un lenguaje llano, excesivamente llano en un mundo en el que la tendencia de los escritores es hacer alarde de las maromas técnicas de las que son capaces, era en sí sorprendente, pero no bastaba para justificar lo que me atraía y gustaba de la forma de contar de Lingán. Había otra cosa. La llaneza escondía una cierta complejidad, ya que una serie de elementos casi invisibles, pero incorporados con discreta habilidad, como el habla popular, los datos históricos, la interpretación sociológica, la percepción ideológica, estaban presentes, trenzados con habilidad para terminar siendo crónica, retrato colectivo y tumultuoso de un tiempo del que hemos participado muchos y que vemos restituido de modo creativo.
Este lenguaje no se limita al juego referencial y chato de lo visto y vivido sino que nos llega envuelto en una emoción y en cierto lirismo que no sólo evidencia la música de la prosa sino que viene con la permanente referencia a la música y a un sentimiento raigal. Al llegar a este punto me di cuenta la enorme presencia que tiene en el relato del narrador su deuda con los poetas. Y allí se me hizo la luz. Pero claro, Lingán, pertenece a una familia de la lírica peruana y, consciente o inconscientemente, lo ha querido evidenciar con este libro. Su novela está en diálogo con los poetas de combate que el Perú prohija, y su más cercano interlocutor es sin duda, Cesáreo Martínez, el entrañable Chacho.
Tenemos entonces una novela que se pretende crónica ficcional, que informa al lector, y tal vez al autor mismo, de cómo fueron las cosas que nos han llevado al presente, de todo lo que hay que asumir y tatuar la memoria, para mejor encarar lo que se viene, pero que además es un canto en el que late la solidaridad y la rebeldía para dar fuerzas.
En el relato, poblado sobre de la voz del narrador, desfilan algunos personajes, no muy corpóreos pero sí intensos, como el padre fugaz, la madre enferma pero con una sobrehumana fuerza, la amada, los amigos, y hasta los tiranos que nos han podrido la vida a los peruanos, para componer todos el coro con el que el cronista teje su historia. Un libro cargado de apreciaciones políticas e ideológicas, que por ello mismo roza siempre el precipicio de lo enfático, de lo reductor, pero que finalmente siempre sale de la trampa porque nos instala en ese sentimiento genuino que sólo dan los relatos verdaderos: sí, así fueron las cosas, o, al menos, así es como las veíamos.
El narrador ha encontrado en lo coloquial las fórmulas precisas que lo hacen convincente, que la única virtud que se le debe exigir a un contador de historias. Los escritores cajamarquinos, que no estamos ajochados por los fosos culturales que crean la multiculturalidad en otros lugares del Perú, también tenemos nuestros propios problemas expresivos para aprehender la realidad.
Walter Lingán hace apenas de alguna concesión y en general se esfuerza por darnos su versión con una prosa tersa y eficaz y convincente, que el lector al final agradece. He leído el libro de Walter LIngán con un sentimiento de descubrimiento que he querido compartir con ustedes. Es difícil que un escritor coterráneo y contemporáneo lo sorprenda a alguien que lleva ya años en la batalla como yo. Walter no sólo ha hecho esto sino que me ha mostrado que el camino de la creatividad en nuestras tierras no sólo está lleno de promesas sino que estas promesas son cumplidas.
Gracias.

(Texto leído en la presentación del libro y del autor en París, febrero del 2013)

El erotismo de un zepelín / Ángel Luis Sucasas

La autora sueca Karin Tidbeck firma en 'Jagannath' una antología de relatos de prosa quirúrgica e imaginación sin límites


Un hombre enamorado, en cuerpo y alma, de un zepelín. Tres escuálidas niñas que alimentan a sus tres orondas tías con las entrañas de sus ancestros. O la magia de descubrir a Madre, un ser que contiene en su interior un pequeño mundo de hombres y mujeres cuyos países son Hígado, Vesícula, Estómago o Cabeza. El universo de Karin Tidbeck (Estocolmo, 1977) es una oda al surrealismo, a la perversidad y a una idea central que obsesiona a la autora: "¿qué es la realidad y cómo puede cambiarse?". Jagannath (Nevsky, 2014), una antología de 13 relatos finalista de los World Fantasy Convention (los Óscar de la literatura fantástica), es su puesta de largo en las estanterías españolas.

Los comienzos en los relatos de Tidbeck son un aterrizaje forzoso en un mundo bajo otras reglas. Beatrice, el primer relato, que puedes leer en este enlace, comienza así: "El doctor Franz Hiller se enamoró de un dirigible". Poco después, la autora salta al vacío con una descripción erótica, suntuosa, del zepelín: "Tenía el cuerpo ovalado y orondo, la piel, de un brillo apagado, bien tensada alrededor de un esqueleto de acero suavemente redondeado [...]. Beatrice era perfecta [...]. Franz sentía que ella le dedicaba toda su atención, notaba el ardor de su mirada sin ojos.". Sin metáforas, sin metaliteratura, sin excesos retóricos. Prosa de cirujana para describir no una fantasía, sino otra realidad: "Solo puedo explicarlo de una forma visceral. Para mí, es la forma en la que se expresa el fantástico. Digámoslo así: Estoy más interesada por escribir historias dentro de lo extraño".

Portada para la edición española de 'Jagannath' (2014, Nevsky), de Karin Tidbeck.

La literatura extraña —término acuñado por el autor gótico Sheridan Le Fanu y llevado a su finura teórica por H.P. Lovecraft en su célebre ensayo El horror en la literatura (Alianza Editorial, 1927)— está viviendo un momento dorado en Europa. Y con autoras como principales protagonistas. Desde Rusia, Anna Starobinets con su antología Una edad difícil (Nevsky, 2012); en Italia, Lorena Ghinelli con El devorador (Suma de letras, 2012); en España, cuentos como Céfiro de Sofía Rhei, incluido en la revista Presencia humana (Aristas Martínez, 2013); y desde Suecia Tidbeck, que ha sublimado este estilo que desdibuja la frontera marcada por el filósofo Tzvetan Todorov entre lo maravilloso, lo realista y lo fantástico para forjar ese new order que la obsesiona: "Prefiero estar dentro de la dimensión alienígena, describiendo de la forma más precisa, concreta y transparente sus reglas, que estar fuera y narrar ese encuentro, desde un punto de vista externo, con lo maravilloso y lo fantástico". Una idea que lleva al extremo en un relato de esta colección, Pyret, en el que Tidbeck inventa a una supuesta criatura del folclore nórdico y la acompaña de un exhaustivo recorrido bibliográfico por obras reales a las que añade citas ficticias.

Me interesa escribir historias desde 'dentro' de lo extraño"
Jagannath sube el último peldaño en la escalera creativa con un relato del mismo título que la antología, el más extremo y el más asombroso en una colección prolija en lo insólito. No fue escrito de manera convencional, sino que aprovechó la tortura literaria a la que se someten los escritores que participan en el Clarion Writers' Wordkshop, uno de los más prestigiosos talleres literarios a nivel mundial de género fantástico y cantera de autores como George R.R. Martin u Octavia Butler: "Son seis semanas, a relato por semana. Tienes 17 compañeros que te criticarán sin piedad. Después de unos cuantos días, la gente se volvía un poco loca. La gente se hacía pedazos poco a poco porque escribir historias a semejante ritmo te deja tocado el cerebro. Cada vez escribíamos cosas más y más raras. A la quinta semana, se hacen historias que uno no sabía que era capaz de hacer. Y a la sexta semana, estabámos más allá. Jagannath es de la sexta".

Pero todo este esfuerzo persigue ambiciones que van mucho más allá de lo literario para Karin Tidbeck, un plan que la escritora enuncia más en serio que en broma: "Mi plan secreto es cambiar la realidad. Y como la realidad se construye con un consenso, si cambiamos este, podemos cambiar la realidad. Sueño con ese día en el que uno de mis lectores caminen por la calle y de pronto se cruce con un ciempiés gigante. ¿No sería maravilloso?".

 http://cultura.elpais.com/cultura/2014/02/07/actualidad/1391782407_456668.html

Lima, capital de la literatura / Jacqueline Fowks

 El escritor y premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa, inauguró la tarde del lunes las actividades por la primera edición del Premio Bienal de Novela que lleva su nombre, y enfocó su pensamiento en la educación, argumentando que la enseñanza de habilidades prácticas no debe ir en detrimento de las humanidades. “La educación ha pasado a ser una preocupación central de nuestro tiempo, pero no piensen que sacrificando las actividades aparentemente imprácticas como las humanidades se puede conseguir más rápidamente el progreso. Se puede conseguir un mundo de especialistas de técnicos, de autómatas manipulables, un mundo que puede ser fácilmente enajenado por los poderes de este mundo, algo que es mucho más difícil de conseguir de una sociedad impregnada de esa supuesta irrealidad que es el mundo paralelo de la literatura”, dijo en el Museo de Arte Contemporáneo en la zona sur de Lima.

“Tenemos que impregnar nuestras sociedades de literatura, soy un convencido de que la literatura es un ingrediente fundamental de un ciudadano de una sociedad moderna”, añadió. El novelista peruano comentó que era la primera vez que se encontraba en Lima, con amigos y colegas escritores a quienes suele ver en otros países. “Son tantos que creo que por unos días Lima es la capital de la literatura”, sugirió.
El Bienal de Novela y el programa de mesas redondas en torno al concurso han sido una iniciativa del grupo empresarial peruano Hoschild, la Cátedra Vargas Llosa y Acción Cultural Española, entre varias otras instituciones. Vargas Llosa sostuvo que “la literatura no es estéril. Puede parecer una actividad puramente placentera, una especie de anestesia del espíritu que se aparta del mundo de lo real, pero esa operación tiene consecuencias enormes y valiosas en la vida real, sobre todo para las sociedades que no quieren quedarse estancadas y caer en el conformismo, y mantenerse vivas, críticas, renovadoras, creativas”.
En un tono similar, el secretario de Estado español de Cultura, José María Lasalle argumentó sobre el valor de la literatura.

“Quizá (la literatura) nos permita combatir esa otra barbarie silenciosa que está probablemente en manos de la cosmovisión que convierte a los seres humanos en artefactos, pasando tantas horas en el ordenador, sumergidos en una pantalla, incapaces de comprender la propia realidad, porque necesitamos surfearla, sin entrar nunca en el meollo de la propia cotidianidad que está a nuestras espaldas”, opinó Lassalle.
“Eso es lo que de alguna manera nos está minando en nuestra propia dignidad humana y, sobre todo, en nuestra propia pulsión de seres sensibles y que es lo que precisamente nos hace todos los días posible la literatura. Los libros que nos dan la libertad para ser críticos y para ser humanos. Necesitamos una revolución de lo sensible y la literatura puede protagonizarla”, añadió el secretario de Estado.
“Me preocupa la desertificación cultural que erradica los santuarios y los reductos humanísticos que todavía subyacen bajo la fisonomía humana y que favorecen la mutación que está en el rostro de una barbarie que sustituye la reflexión, que niega la autoridad epistémica del conocimiento, que hace transversal lo que exige jerarquía de valores, jerarquía intelectual; que extingue la identidad sensible. Creo que eso debe preocuparle a la literatura”, sugirió.

Lassalle también dedicó un momento al recientemente fallecido Adolfo Suárez. “Hemos sentido la pérdida de un político que fue un escritor de un relato político -la transición-. Me gustaría mencionarlo porque desde la política tuvo la audacia de tender la mano a la empatía de quien no piensa como él, pero quiere aprender de las razones del otro, para juntos todos escribir juntos el relato de un destino colectivo en común y en paz”.
En el acto inaugural del Bienal de Novela, el narrador peruano Alonso Cueto fue el animador de un diálogo con dos de los tres escritores finalistas, el español Juan Bonilla y el colombiano Juan Gabriel Vásquez, autores de Prohibido entrar sin pantalones y Las reputaciones, respectivamente. Vásquez relató que en sus novelas plantea un tema que le preocupa: “La exploración del pasado que no es tan fijo, es móvil. Crecemos y nos educan con la idea de que el pasado está escrito en piedra, y luego nos damos cuenta de puede modificarse. Encontramos una foto, una carta y todo sobre lo que hemos construido lo que somos empieza a cambiar, sufre un remezón”.

Luego Bonilla dibujó algunos rasgos de su relato finalista, basado en la vida del poeta ruso Vladímir Maiakovski. “Los del futurismo ruso creían que la poesía está en todas partes. Él empezó como uno de esos autores extraños del siglo XX: de la nada adquirió verdadero poder porque fue un colaborador muy cercano de Lenin y Trotsky, pero luego de la muerte de Trotsky, Maiakovsky vuelve a la nada. Era un gran poeta cuando jugaba a la contra del poder: la poesía puede decir algo cuando está contra la autoridad competente, sino se vuelve propaganda”, agregó el narrador andaluz.

 http://cultura.elpais.com/cultura/2014/03/25/actualidad/1395715782_370073.html