jueves, 8 de agosto de 2013

Radiografía de un afrodisiaco peruano en Westphalen / Julia Wong


Foto: Julia Wong. 2013

Frau Lindenhoff me dice con la mirada sobre sus anteojos de carey, a lo gatubela… “Peruaner und arbeitet in einem Krankenhaus”? / ¿Peruano y trabaja en un hospital?. Mi acompañante, una peruana casada con un alemán y quien vive en Colonia, capital del estado de Nordrhein-Westphalen, hace 20 años, lo dice con mucho humor estomacal: Seguro que es un ex senderista de los que migraron en la época del terrorismo y se dedica a la Reinigung /limpieza o es Krankenpfleger / asistente de enfermeros.

Ni uno ni otro. Me había citado con Frau Lindenhoff una vieja profesora de Romanística, para contarle que me interesaba escribir sobre las motivaciones de los peruanos que habían vivido en Alemania y que habían tenido una experiencia lingüística y de integración importante en la sociedad alemana… Es decir, no valían los que no gustaban del alemán, los que se fueron sólo de tránsito buscando otras metas o los que se regresaron a Perú y no registraron la experiencia en la lengua alemana y con la cultura alemana como algo decisivo para su escritura.

Como mi acompañante peruana había migrado a Alemania en la época en que el senderismo fue la causa furiosa del éxodo de peruanos a Europa, pensaba que la política es la razón común para buscar otros cielos. Pero Walter Lingán como muchos otros peruanos que declaran abiertamente su filiación con valores universales, como la Paz, la justicia, y el bien común más allá de la nacionalidad y el lenguaje, han sido fácilmente catalogados de refugiados o disidentes políticos por sus extremas posiciones, nunca ha tenido ninguna simpatía por Sendero Luminoso y sus métodos. Me causó mucha gracia que justamente las dos personas que iba a visitar en Alemania en este viaje, tanto Walter como Andreas Heizmann, un ingeniero civil que trabajó (y aún apoya) construyendo pozos para extracción de agua en las comunidades de Montegrande y Chérrepe en el norte del Perú, también fuera tildado de senderista e incluso cabecilla de una fracción del grupo terrorista muy activa en la zona de Trujillo. Andreas ya me había enseñado el recorte del periódico donde se hablaba de falsas pruebas y lo tildaron de extremista guerrillero, llamándole Camarada José Andrés, (por su nombre Andreas en alemán) el periodista se había inventado una historia casi digna de un bestseller, lamentablemente sé que mucha gente en la zona de Chepén sigue creyendo que este alemán comprometido con el trabajo comunitario de gente totalmente olvidada por los gobiernos locales, sea considerado un cabecilla violento y calculador con ulteriores ideas de poder.

Volviendo a Walter Lingán, que es la razón de este miniensayo, me encuentro ante un personaje y un autor que a la vez provoca desde una complejidad creativa, un salto trigonométrico estimulado con una fuerza creativa que vincula mundos de una manera endodérmica. De su natal Cajamarca, pasó por Bagua y Lima antes de llegar al norte de Alemania. Quizás desde su posición de radiólogo en un hospital de Nordrhein-Westphalen, ha aprendido a analizar de manera intensa más allá de la superficie. Y Walter conociendo la perfección del cuerpo humano y sus entramados intravenosos, óseos y musculares formando todos en conjunto esta masa perfecta que habla, camina y sueña llamada hombre, sabe que el mundo globalizado que habitamos también es de alguna forma un ser vivo que trae en sí una interrelación de naturaleza, geografía y espíritus llevados hacia un intertexto general, que es la meta anhelada por cualquier novelista o artista que desea articular una propuesta estética de un escritor que se considere universal.

Frau Lindenhoff, me mira otra vez sobre sus anteojos y me pregunta, ”was ist eigentlich ein Cuy?”, le respondo: für euch ist ein nur ein Haustier, für uns ist das Meerschweinchen ein wichtiges Symbol, der eine tiefe Wertschätzung hat /para ustedes es un animal doméstico, para nosotros el conejillo de indias es un símbolo importante de profunda valoración.

Walter se considera un Cuy entre alemanes, título de su próximo libro y con ese humor medio andino, medio lindando con el cinismo descarnado de la herida que deja la pobreza de un País tan poco comprendido.
Walter tiene un humor consagrado, un humor afrodisiaco en esa combinación de imágenes, textos, fuentes culturales que enriquecen el conglomerado de su escritura, más allá del eje narrativo y lleva a una elevación lingüística de la apreciación de sí mismo que me impacta. Si, porque también he tenido la experiencia de vivir y sentir en otro idioma. Al pensar en alemán, soy otra persona, tengo otras capacidades y otras necesidades. Ese otro yo que aflora con la utilización de otro idioma para la expresión mayor del alma que se desjerarquiza el mundo como ha sido creado por lo establecido y en un caos perfecto utiliza todo lo que tiene a la mano y escribe casi formando la manzana prohibida que necesita ser mordida para llegar al éxtasis. La apropiación total del idioma alemán para traerlo a la experiencia de la migración y su articulación en un texto literario.

He disfrutado tanto Un Pez en el ojo de la noche, uno de los últimos libro de Walter editado por arteidea, gran parte de este goce debe ser que Alemania también tiene toda esa gama de matices y experiencias históricas, contradicciones degustativas que conforman gran parte de mi vida, pero quizás Walter ha resuelto con este libro, muchos problemas de la conjunción de los espectros, tanto literario, humano, lingüístico y estético que me costaba equilibrar en mi propio juego.

Termino con una bella cita del mismo Walter y otra que el mismo Walter toma y no me cabe duda que para elegirla ha tenido que pasar por esa íntima experiencia de haber sido arrebatado absolutamente por una lengua extranjera.
"Odio. Hass
Muerte. Tot.
Amor. Liebe
Dicen que el francés es el idioma del amor y el alemán es el idioma de los caballos. Puede ser, podría ser. Pero quisiera hacerles recordar que el piropo más grande en la lengua alemana lo hizo Ernest Hemingway. Y dijo asi. “El alemán es el idioma más maravilloso y al mismo tiempo el más exacto del mundo. Nada suena más cercano al amor, como amor, ni tan cercano a la muerte como muerte,
Liebe
Hass
Tot”…..

Tengo ganas de beber un daiquiri con Walter Lingán y agradecerle el compartir “un ojo de la noche“ conmigo, una tremenda experiencia afrodisiaca y llena de humor sobre la lectura de mundos como un paseo en tren desde el español, el arte, el alemán, la vida, la muerte y el amor.

Gracias Walter.

Koeln, verano del 2013.

martes, 11 de junio de 2013

Adhesión y homenaje a Oswaldo Reynoso / Danilo Sánchez Lihón



“Y si luego encontramos,
de buenas a primeras,
que vivimos”
César Vallejo

1. A la hora de los brindis

Cuando Oswaldo Reynoso presentó su libro “Los inocentes” en el bar Palermo el año 1961, en una mesa del fondo solo y apartado, combinando con el gris de las paredes opacas, salvo sus ojos insomnes y sobresaltados, permanecía hierático Martín Adán.
Oswaldo, fornido y rozagante fue e lo invitó al legendario poeta a acercarse para tener el honor de tenerlo sentado entre las sillas que formaban el ruedo.
Sin embargo, le manifestó que iba a estar atento a la ceremonia de presentación del libro, pero desde ahí; desde su mesa de siempre.
Y así fue. No se movió, envuelto en su gabán oscuro, lustroso a la luz del fluorescente y raído; ya sin botones por la intemperie y apenas sujeto por un imperdible.
La obra Los inocentes fue presentada por José María Arguedas.
Después de realizado el programa y a la hora de los brindis Oswaldo fue y le obsequió un libro dedicado al autor de Travesía de extramares, La rosa de la espinela y La mano desasida.

2. Quería decirle

Volvió a la semana y encontró a Martín Adán sentado en la misma mesa con los ojos abstraídos y en una especie de éxtasis, barbado y sucio, esta vez ya no delante de una botella de cerveza sino de un vaso y una botella de pisco transparente.
Trató de acercarse, pero observó que no miraba pese a que tenía los ojos abiertos.
Otro día estuvo sentado largo rato en una mesa frente a él, como para que lo viera. Y lo llamara para escucharle algún comentario acerca del libro presentado y que él le había ofrecido conmovido y reverente.
Pero nada sucedió. Martín Adán no mostraba que quisiera hablarle. Oswaldo de algún modo quería decirle que él aprendió a escribir a los doce años de edad leyendo La casa de cartón.
Ella es la obra juvenil de Martín Adán que escribió en su cuaderno de colegial, y que se publicó al año 1928 con prólogo de Luis Alberto Sánchez y colofón de José Carlos Mariátegui.

3. Todo y de una sola vez

Pero el maestro no lo llamaba y no quería reconocerle pese a que aparentemente lo veía.
Pasaron tres, cuatro semanas. Y siempre lo encontraba en la misma mesa.
Y con aquella actitud ausente, catatónica, rígida. Y casi inerte, pero con los ojos deslumbrados en vigilia o en ensueño.
¿Veía? ¿Sentía? ¿Era consciente? ¿O dormía con los ojos abiertos?
Ya un día pasó impaciente a su lado. Lo saludó y apenas Martín Adán respondió con un saludo gutural.
A la quinta semana Reynoso no pudo más. Se acercó a la mesa. Martín Adán lo miró fijamente. Y lo invitó a sentarse.
Pidió un vaso y lo llenó del pisco definitivo, terminal y contundente que él estaba bebiendo.
Cerró la botella y le hizo el gesto que lo tomara íntegro. ¡Todo y de una sola vez!

4. El veredicto de un oráculo

Pasaron los minutos en silencio. El licor hacía efecto en el cuerpo y en el alma de Reynoso.
Y entonces ya estuvo decidido. Y con él el coraje puesto para preguntarle:
– Martín Adán: ¿Ha leído mi libro que le obsequié?
– Sí, lo he leído.
– Quiero saber su opinión, maestro. Yo aprendí a escribir leyendo La casa de cartón.
Martín Adán se sirvió lentamente otro vaso de pisco, en la misma proporción que había servido a Oswaldo, y lo bebió de un solo trago. Pasaron otros tantos minutos:
– ¿Y qué le parece mi obra, maestro?
Oswaldo tenía el alma pendiente de un hilo.
Iba a escuchar el veredicto de un oráculo, de una montaña, de un océano.

5. Aprecio y amo

Martín Adán, luego de mirarlo larga y profundamente, le dijo
– Tu libro me ha dado miedo.
– ¿Miedo, maestro? ¿Miedo, usted?
– Miedo no de mí, sino de ti.
– ¿Miedo de mí, maestro? ¿Por qué?
– Porque vas a sufrir mucho.
Martín Adán se sirvió otro vaso y ya no quiso hablar más
– Y así ha sido. –Dice Oswaldo Reynoso–. Y reitera:
He sufrido horrores y sigo sufriendo. Pero amo mi país y yo no me voy de aquí. Aquí me quedo.
Aquí me quedo porque esta es mi patria. Y aquí estoy con mi gente.
Estoy con la gente que aprecio y amo.

6. Me encanta amanecer

Estoy con los pobres, con los honestos y derechos. Estoy con la gente que sufre y son buenos. Estoy con los honrados y quieren lo mejor para su país.
Jamás he claudicado en nada y he desechado todo tipo de acomodos y conveniencias.
Soy feliz bebiendo una cerveza con mis amigos.
Estoy con los jóvenes que me muestran su cariño y a quienes yo también quiero y respeto.
Y admiro a mis amigos.
Tres valores orientan mi vida: el cariño, la belleza y la ética.
Me siento contento rodeado de los escritores jóvenes y mucho más si son de provincia.
Quienes se acercan a consultarme acerca de sus obras, y con quienes me encanta amanecer conversando.

7. Al final de un camino

Así es Oswaldo Reynoso, el más grande narrador vivo del Perú. Quien hace sentir a los jóvenes que él los valora y los acompaña en su trayectoria literaria como amigo
Y ellos sienten orgullo de alternar con un escritor famoso, reconocido a nivel internacional.
Y cuyas lecturas de sus libros lo hicieron siendo adolescentes, casi niños, y que ahora son fervorosos de su persona y de sus obras.
Él viaja a todo certamen al cual se lo invita desde provincias. En todo evento regional de literatura está presente.
Y allí lo esperan sus amigos expectantes y orgullosos. Sus “manchas” de admiradores que lo festejan entusiasmados hasta las lágrimas.
Estos artistas y escritores es fácil imaginar lo que sienten al estar con él:
Sienten que alcanzan a llegar a una meta, al final de un camino y a coronar una cumbre, cual es sentarse a conversar nada menos que al lado de Oswaldo Reynoso.

8. Y es cierto

Y Reynoso a sus 82 años es invencible, monolítico, inagotable, para conversar, para contar anécdotas. Para ello es abierto, generoso, cordial. Sabe ser amigo. Utiliza su fama ya ganada para ayudar.
De esa manera demuestra su amor al Perú, que es ferviente y leal. Disfruta y se deja llevar. Es un tótem.
Hace poco se presentó una señorita a hacerle una entrevista y le preguntó:
– ¿Qué premios ha ganado?
– Ninguno. –Le dijo.
– ¿Cómo?
– Ninguno. ¿Por qué cree que el escritor escribe para ganar premios?
– ¿Ninguno?
– Yo jamás me presento a un concurso.
Y es cierto. Y absurdo. Es como si alguien que albergara una fe necesitara un premio.

9. Expurgando en una realidad

Oswaldo Reynoso nació en Arequipa el 10 de abril del año 1931. Estudió en esa ciudad en los colegios de los Hermanos Cristianos y de San Francisco.
Inició estudios de Letras en la Universidad de San Agustín pero a la muerte de su padre se trasladó a Lima para cursar la carrera magisterial en la Universidad Nacional de Educación, La Cantuta, donde se desempeñó después como profesor de Literatura.
Con su obra Los inocentes es iniciador de la literatura de tema urbano con personajes adolescentes en donde el lenguaje que expresan incorpora a la literatura la jerga juvenil limeña.
En su obra En octubre no hay milagros su universo se expande para abarcar la sociedad criolla y sus diversos estamentos sociales, expurgando en una realidad social confusa, hiriente y fragmentada.
Ha tenido la experiencia de 12 años de residencia en China. Otras obras suyas son: El escarabajo y el hombre, En busca de Aladino y Los eunucos inmortales.

10. Un volcán coronado

Al borde de la muerte y en la víspera de una delicadísima operación quirúrgica y estando en China le pidió a su amigo Juan Morillo que si ocurría lo peor incineraran su cuerpo y él trajera sus cenizas a nuestro país. Conturbado Juan asintió prometiéndole que cumpliría su deseo.
– Pero hay algo más. –Le dijo–. Quiero que mis cenizas la esparzas en el cráter del Misti.
Ante la sorpresa de Juan, quien se devanaba en cómo cumplir ese deseo, agregó:
– Sí Juan, en el mismo cráter del Misti, para ver si así erupciona.
Extrayendo lo que en este diálogo hubiera de jocundia y dándole el significado que aquel tenso momento propicia, ello nos revela la personalidad ígnea y convulsa de Oswaldo.
Él ahora vive con la dignidad de un volcán coronado de una nieve blanca e impoluta en su frente

miércoles, 8 de mayo de 2013

Rupa Tanta, el mundo andino en Essen / Walter Lingán

Rupa Tanta es la fabulosa historia de Pureq Kañiwa, un anciano proveniente de los Andes peruanos, ambientada en un parque alemán, el Jardín Municipal de Essen, con claras referencias a R. Louis Stevenson o Jack London. En contraposición a muchos autores peruanos que se empeñan en describir sus mundos a la luz de la tradición occidental, Melacio Castro, chepenano afincado hace ya algunas décadas en Essen (Alemania), ha reconstruido los mundos de la cosmogonía andina en una región minera de alta tradición proletaria y occidental, el Ruhrgebiet.

A lo largo de la novela Pureq Kañiwa narra el trayecto que realiza, apoyado por la secreta “Luz del amor”, desde su natal Rupa Tanta hasta el Jardín Municipal de Essen, para fundar la Nueva Rupa Tanta, donde se conjuguen el Mundo de arriba, el Mundo de abajo y el Mundo de aquí, y así conseguir los favores de su gran amor, la Luna, la señora de la luz. Se trata de un viaje a través de siete puertas, que nos remite a la película Sieben protagonizada por Brad Pitt y Morgan Freeman, cuya trama revive la guía de los pecados que Dante Alighieri hiciera en su famosa obra La divina comedia. Cada una de las puertas está llena de peligrosas aventuras y encantos que nos transportan por sueños y pesadillas inolvidables.

Desde los años marcados por la violencia política pasando por la tradición de los cuentos de los hermanos Grimm y las famosas fábulas de Esopo o de Samaniego. Las andanzas del héroe, siempre cargando un ejemplar resumido de El Capital de Carlos Marx, por la ciudad de Essen escuchando y atestiguando las dificultades de los exiliados, de los migrantes, los negocios de la iglesia, las confesiones de ciertos asesinos, los inválidos. También asistimos a un gran diluvio que decantó la nueva vida respetando la diversidad cultural y ambiental, nos invita a compartir la vida cotidiana de una familia alemana. La presencia de Anaconda y el Sapo, canta-autor y guitarrero, de “bondadosos” militares nos recuerda la terca lucha de la humanidad por lograr el paraíso en la tierra.

Es una novela escrita con un lenguaje sencillo, a veces irreverente y procaz, dando cuenta de una atmósfera onírica, ensayando guiños intertextuales, nos trasmite una visión lapidaria, inclemente, de la poderosa Alemania reunificada, gendarme de la Unión Europea, donde las heridas de la guerra aún no han cicatrizado, junto a las miserias materiales y morales de la realidad peruana desfilan también los rostros de la esperanza y de la sabiduría ancestral del pueblo peruano. En resumen: una parábola política sobre el amor y la justicia. Melacio Castro, con esta su primera novela, al decir de Mario Suárez, “demuestra así mismo que el compromiso del escritor no depende del género o la tendencia, sino de sus convicciones”.

Descubramos y celebremos a este autor disfrutando de la lectura de Rupa Tanta.

Acerca del autor

Melacio Castro es poeta peruano residente en Essen. Estudió ciencias sociales e historia en Trujillo (Perú) y Essen (Alemania). Su obra poética y narrativa está signada por el amor, la esperanza, la justicia y los sueños de un mundo mejor. Ha publicado el poemario Agonía súbita (1988). Las novelas Memorias de M. Julca (España. 2012) y Rupa Tanta (Perú. 2012).



Los sistemas totalitarios le dan mucha importancia a la palabra / Gabriela Cabezón Cámara



Vladimir Sorokin, uno de los más famosos y más críticos escritores rusos de hoy, habla del poder absoluto, la religión y la censura.

El poder como algo absoluto y terrorífico: ese es el tema que le interesa a Vladimir Sorokin, recién llegado a Buenos Aires para presentarse en la Feria del Libro. Es un ruso alto, canoso y con una piel tersa que me lleva a volver a revisar mis apuntes: cuesta creer que haya nacido en 1955. Pero es así nomás, nació hace casi sesenta años en la entonces Unión Soviética, hoy la Rusia de Putin, y es por eso que le interesa el poder; lo ha padecido, como dirá varias veces durante la entrevista.

Acá se consiguen dos de sus novelas, traducidas por Alfaguara: El hielo, la historia de una secta totalitaria, y El día del oprichnick, esta última una distopía que relata la vida de un integrante de los oprichnicks, una especie de patota de elite y todopoderosa. Oprichnicks se llamaban los guardias personales del fundador de Rusia, el zar Iván el Terrible, y eran unos carniceros al servicio de la tiranía y eso mismo son los oprichnicks de Sorokin, sólo que con tecnología del Siglo XXI. Por lo demás, son tan religiosos y bestiales como sus antecesores

Leyéndolo, uno se siente transportado a una pesadilla: un aparato gubernamental de ideología y métodos medievales con tecnología de punta. El lo cuenta así: “Durante la época de Stalin no había ni disidentes ni oposición, porque había un miedo total y gobernaba una máquina del terror. Justamente quise describir la posibilidad de que, en el siglo XXI, en el siglo de altas tecnologías, volviéramos a ese terror. Ahora sería un regreso al medioevo, el comunismo ya es impensable. Yo quería, en mi literatura, construir ese modelo; ese era mi objetivo porque en la Rusia post soviética aun hay mucha gente que tiene la cabeza construida según ese modelo de obediencia y terror.” Cuando se le pregunta por la profunda religiosidad de sus oprichnicks, dice que no es la religion lo que él critica, que él mismo es cristiano y que lo que lo aterra “es a la Iglesia al servicio de fines estatales”.

Los primeros libros de Sorokin no se publicaron en su país porque no pasaron la censura comunista. Y en 1999 la ¿democracia? rusa le haría sentir miedo otra vez: un grupo de jóvenes ligados al partido de Putin, y muy cercanos al mismo líder, los “nashi” (“Nosotros”), quemó ejemplares de sus libros frente al Teatro Bolshoi. Casi todo lo que dice está impregnado de política. Por ejemplo, define su infancia como “soviéticamente satisfactoria”.

-¿Qué significa eso?
-Mi papá era profesor, mi familia no tenía problemas económicos.

-Pero eso es bueno en cualquier sistema.
-Sí, pero no hay que olvidar que yo crecí en un país totalitario, en donde todo estaba impregnado en violencia y lucha. Y esa violencia sobre la persona, sobre el individuo, siempre la estuve sintiendo: era el aire que respirábamos.

-¿Hay algo que extrañe del mundo soviético?
-No, nada. Desde muy chico sentí que era un mundo antihumano, que siempre el que sufría era el hombre dentro de esa sociedad.

-¿Y ahora se vive mejor en su país?
-Por lo menos las fronteras están abiertas y uno puede salir y entrar al país. Y un escritor puede escribir para el público y no tiene que esconder sus textos en un cajón. Pero hay un resurgimiento de tendencias peligrosas; cada vez que me lo preguntan en Occidente digo que por ahora, en Rusia, no hay censura. Por ahora no.

-Sin embargo usted sufrió agresiones como la quema de sus libros.
-Sí, no hay censura por ahora, insisto, pero uno siente que va volviendo lentamente.

-Acá resulta impensable que se agreda a un escritor por sus libros. No solo porque no hay censura; sobre todo porque la literatura tiene muy poca incidencia social. ¿Los rusos son muy lectores?, ¿cómo es que un escritor pasa a ser del interés del gobierno?
-Sí, leen mucho. Pero, como siempre, la literatura es el espejo del país, eso es propio del logocentrismo: es muy importante la palabra en Rusia. Todos los regímenes totalitarios, también la monarquía, estaban sostenidos en alguna ideología. Se le daba mucha importancia a la palabra.

-¿Será por eso que tuvieron escritores tan grandes como Gogol, Dostoievsky, Tólstoi?
-No sé, pero de Gogol y Tólstoi aprendo todos los días.

http://www.revistaenie.clarin.com/feria-del-libro/sistemas-totalitarios-mucha-importancia-palabra_0_912509054.html

viernes, 3 de mayo de 2013

Crítica y Senectud / Ignacio Echevarría

Lo que sigue está escrito sin ánimo alguno de provocación, créanme, menos aún de molestar a nadie. Pretendo solamente poner sobre la mesa una cuestión que no me parece irrelevante, a saber: la que plantea el hecho de que la crítica literaria que se practica en España, más en concreto la crítica que se hace en los suplementos culturales de difusión nacional -que, guste o no, sigue siendo la más representativa-, esté en buena parte en manos de críticos ya bastante entrados en edad, casi ninguno por debajo de los sesenta años, algunos muy por encima. Me refiero a los críticos más señeros, aquellos a cuyas manos suelen ir a parar las novedades de mayor relieve, a quienes se concede más espacio para sus comentarios, y que gozan en consecuencia de una mayor visibilidad e influencia. Muy en particular, me refiero a los críticos que comentan con regularidad las novedades de narrativa española, el campo de actuación en el que, por razones obvias, un crítico acapara mayor responsabilidad y obtiene mayor lucimiento.

Podría conectar este hecho -el de la edad ya muy avanzada de los críticos- con el dato de que entre ellos no se cuenten apenas mujeres. No sería una conexión arbitraria, ni tampoco inoportuna. Pero, de momento, vamos a dejar de lado este asunto demasiado chispeante, que merece otro tipo de reflexión, seguramente más grave. La que invito a hacer aquí es la que se pregunta sobre la capacidad de un crítico para mantener tensa su receptividad y su aptitud de acercamiento y de comprensión para obras de autores mucho más jóvenes, que escriben en una lengua cada vez más distanciada de la suya, en un marco de referencias y conforme a unos códigos que le resultan a menudo extraños, cuando no se le escapan del todo.

Dicha capacidad no queda mermada solamente por la edad: también por la posición que el crítico va ocupando con el tiempo, en función de su notoriedad, y que le hace cada vez más difícil el acceso a autores, títulos, editoriales que no sean los que ponen delante suyo las inercias de las rutinas y los circuitos consolidados, de los prestigios ya acuñados, de sus propias inclinaciones.

Por supuesto que un crítico puede contrariar estas inercias, y puede también mantener muy viva y espoleada su atención hacia lo nuevo, incluso hacia lo radicalmente nuevo. Y aun si no fuera así, el crítico con autoridad ya cumple un servicio encarnando eso mismo: la autoridad frente a la que lo nuevo tiene que armarse y resistir, a la que tiene que persuadir o vencer.

Lo peor es cuando, lejos de ejercer esa autoridad, el crítico temeroso de haber perdido el paso de lo nuevo ejerce la condescendencia y consiente senilmente con todo. Preferible es que descargue su incomprensión y la ponga en evidencia, permitiendo ver cuánto en ella obedece a los prejuicios, a la hipertrofia del propio gusto, a la fosilización dentro de sí mismo del criterio de su época, y cuánto a la invalidez, a la insolvencia, a la falsedad o a la servil obediencia y previsibilidad de la obra que se somete a su juicio.

Como sea, no deja de ser preocupante -por sintomática- la falta ya no digo de relevo, sino de ampliación del espectro generacional de los críticos que colaboran en los principales suplementos culturales de la prensa española. En lo tocante a la narrativa y a la poesía españolas -pero no solamente-, el staff de la crítica de nuestro país sigue siendo hoy muy semejante al de hace veinte años. Ni siquiera parecen emerger suplentes bien perfilados para suplir las vacantes de críticos retirados o ya fallecidos, como mi querido y muy admirado Rafael Conte, en el que no dejaron de manifestarse algunas de las lacras del crítico ya resabiado, lacras que él mitigó con lucidez y osadía, y con su proverbial buen talante.

No pocos de sus antaño colegas siguen en su lugar: Ricardo Senabre, Juan Antonio Masoliver Ródenas, Joaquín Marco. Más jóvenes, Santos Sanz Villanueva, José-Carlos Mainer, J.M. Pozuelo-Yvancos, Ángel Basanta. La cancha que en este mismo suplemento se da a voces como las de Care Santos o Ernesto Calabuig (los dos narradores, por cierto) no deja de ser comparativamente insuficiente, aun con testimoniar una saludable voluntad de poner remedio a la situación. ¿Cuál?

La de una crítica cada vez más susceptible de ser tachada de gerontocrática, escasísimamente contrastada y renovada.


 http://www.elcultural.es/version_papel/OPINION/32700/Critica_y_Senectud

La literatura, los escritores y los gilipollas / Ezequiel Martínez

 Javier Pérez Reverte, el escritor español más leído del mundo, con más de tres millones de ejemplares vendidos, recibió a Ñ en Madrid y no se calló nada: habló de las internas culturales, de sus reservas con Borges y de su admiración por Osvaldo Soriano, de los represores que conoció en la Guerra de Malvinas y de sus afilados duelos con la palabra.

 Al hombre le gusta batirse. Y vaya si recibió estocadas. Desde que decidió colgar los hábitos de corresponsal de guerra para dedicarse sólo a la narrativa, una tajada de especialistas en la materia no entendió, o no quiso entender, que él apenas quería escribir. No entraba en sus cabezas que para colmo sus historias fueran devoradas por cientos de miles de lectores. Suponían que aquellos títulos avasallantes no eran más que el envoltorio de una literatura de supermercado, otra de esas factorías de best-séllers que tantas veces habían hostigado para defender la honra de las letras mayúsculas. Al hombre no le importaron las críticas: lo popular no quita lo valiente y siguió adelante con sus historias de aventuras, intrigas y misterios. Hoy ese hombre es el escritor español más vendido en el mundo, ha sido nombrado miembro de la Real Academia Española y logró el respeto y el reconocimiento de sus pares.

“Es una batalla que he ganado”, dirá más tarde Arturo Pérez-Reverte, ya relajado y sin soberbia, en un hotel de Madrid. Es jueves, día de reunión de académicos de la Lengua, y el hombre se presenta a la entrevista con Ñ acicalado y filoso. O sea: con la guardia en alto. Tiene fama de irritable e impaciente, no le gusta perder un tiempo que no le sobra y es un secreto a voces que ha tirado a más de un periodista por la borda. Porque además el hombre es marino, capitán de yate, para quienes entiendan del asunto.

Una biografía informal apuntará este dato y se aderezará con otros: que su España le produce más urticarias que consuelos; que de pequeño lo alimentaron con Dumas y Homero; que demasiadas veces vio matar y morir; que el fútbol le aburre y que le divierten las películas de Luis Sandrini; que tiene una agenda cargada de nombres de narcotraficantes, terroristas, farándulas y afines, retazos de su vida de reportero; que cuando se apasiona la palabra “gilipollas” se le resbala frase de por medio; que en la columna que mantiene desde hace años en El Semanal –una revista dominical que se distribuye junto a decenas de diarios españoles– es capaz de defender la eutanasia o de dedicarle varios párrafos a los percheros de la Academia, de extrañar a su peluquero o despotricar contra la televisión, pero sobre todo, de batirse en un duelo de letras con estocadas que llevan nombre y apellido. “En esta vida hay que pelear, aunque después ganen los malos”, justificará más adelante.

La otra, la biografía formal, señalará que escribió algunas de las novelas más exitosas de los últimos tiempos, varias de ellas llevadas al cine con mayor o menor disgusto de su autor. También dirá que nació en Cartagena hace 52 años, al borde del Mediterráneo, que recibió premios varios y se publicaron numerosos ensayos sobre su obra. Que uno de los libros que reúne sus columnas semanales se titula Con ánimo de ofender, por si a alguien le quedan dudas acerca de su estilo frontal. Que su saga del capitán Alatriste es materia de estudio en los colegios y que con estas aventuras ambientadas y narradas con el lenguaje del siglo XVII, obtuvo una fama impensada que se reproduce hasta en estampillas oficiales. Sin embargo, buscar el nombre de Pérez-Reverte en encuentros, mesas redondas o jurados literarios será como encontrar una aguja en un pajar porque, asegura el hombre, ese reino no es de su mundo.
 

Lea el artículo completo: http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/Perez-Reverte-literatura-escritores-gilipollas_0_908909117.html